lunes, octubre 03, 2005

Vivir en el ciberespacio




Un escritor de ciencia ficción, William Gibson, acuñó el útil término "ciberespacio" en 1982. Pero el territorio en cuestión, la frontera electrónica, tiene unos 130 años.


El ciberespacio es el "lugar" en el que una conversación telefónica parece tener lugar. No en el interior de tu teléfono, el dispositivo de plástico de tu mesa. No en el interior del teléfono de la otra persona, en otra ciudad. Sino el lugar entre los teléfonos.
El lugar indefinido donde dos seres humanos se encuentran y comunican.
Aunque no es exactamente "real", el "ciberespacio" es un lugar que existe. Hay cosas que ocurren allí que tienen consecuencias muy reales. Este "lugar" no es "real", pero es serio, es importante. Decenas de miles de personas han dedicado su vida a él, el servicio público de comunicación por cable y sistemas electrónicos.
La gente ha trabajado en esta "frontera" desde generaciones. Alguna gente se hizo rica y famosa por su trabajo en ella. Algunos simplemente jugaron en ella, como aficionados. Otros reflexionaron seriamente sobre ella, y escribieron sobre ella, y la regularon, y llevaron a cabo negociaciones sobre ella en foros internacionales, y se demandaron unos a otros por ella, en gigantescas y épicas batallas legales que duraron años. Y casi desde el principio, algunas personas han cometido delitos en este lugar.
Pero en los últimos 20 años, este "espacio" eléctrico, que antes era delgado, oscuro y unidimensional -poco más que un estrecho tubo, estirándose de un teléfono a otro- se ha abierto explosivamente, como una versión gigantesca de esas cajas con un muñeco con resorte. La luz lo inunda, la fantasmagórica luz de la brillante pantalla del ordenador. Este oscuro submundo eléctrico se ha convertido en un vasto y floreciente paisaje electrónico. Desde la década de los '60, el mundo del teléfono se ha entremezclado con los ordenadores y la televisión, y aunque no hay materia aún en el ciberespacio, nada que puedas manejar, tiene ahora una extraña clase de corporeidad. Hoy tiene sentido hablar del ciberespacio como de un lugar.
Porque ahora la gente vive en él. No unas pocas personas, no sólo unos pocos técnicos y algunos excéntricos, sino miles de personas, personas corrientes. Y no durante poco rato, sino durante horas a lo largo de semanas, meses, años. El ciberespacio es hoy en día una "Red", una "Matriz" de alcance internacional que crece rápida y constantemente. Crece en tamaño, en riqueza y en importancia política.
Hay gente cuya carrera profesional está teniendo lugar por completo en el ciberespacio. Científicos y técnicos, por supuesto, han estado allí desde hace 20 años. Pero cada vez más el ciberespacio se llena de periodistas, médicos, abogados, artistas y empleados. La carrera profesional de los funcionarios públicos ahora tiene lugar allí, conectados a enormes bases de datos del gobierno; y lo mismo le ocurre a los espías, sean espías industriales, de agencias del gobierno, o simples fisgones; y también a los policías, al menos a unos pocos de ellos. Y ahora hay niños que viven allí.
Hay gente que se ha conocido allí y se ha casado allí. Hay comunidades enteras viviendo en el ciberespacio; charlando, discutiendo, planeando, consultándose, enviándose unos a otros correo de voz y correo electrónico, dándose grandes e ingrávidos bloques de valiosos datos, legítimos e ilegítimos. Se pasan muchas veces software y a veces muy infecciosos virus informáticos.
Realmente, aún no entendemos cómo vivir en el ciberespacio. Estamos buscando nuestro camino en él, tropezándonos. No es nada sorprendente. Nuestras vidas en el mundo físico, el mundo "real", también están muy lejos de ser perfectas, a pesar de tener mucha más práctica. La vida humana, la verdadera vida, es imperfecta por naturaleza, y hay seres humanos en el ciberespacio. La forma en la que vivimos en el ciberespacio es un espejo de la forma en la que vivimos en el mundo real. Llevamos con nosotros nuestras virtudes y nuestros problemas.


(c) Bruce Sterling, de su libro La caza de hackers